viernes, 30 de octubre de 2009

bichos raros


no es casualidad: vivo en el medio de un bosque de árboles de hojas verdes, amarillas, naranjas y rojas que ahora mismo mientras escribo se están quedando pelados. está empezando a hacer frío, por eso, yo creo, vienen todos a refugiarse aquí adentro a la noche. grillos, arañas, abejas y mis preferidas, las vaquitas de san antonio. se acuestan en mi cama, caminan por la almohada y por el teclado de la computadora, trepan libros y montañas de ropa; yo los dejo vivir tranquilos, voy pisando con cuidado la alfombra que a veces los hace invisibles. a veces, les abro una ventana o la puerta de atrás cuando los veo que se estrellan contra el vidrio o la pared en busca de libertad, y aún cuando la luz afuera, el aire fresco y el olor del verde los llama, terminan quedándose adentro, tentados por la seguridad de un techo y un poco de calor. no se dan cuenta, porque son insectos, esto está claro, que a cambio pierden sus vidas: indefectiblemente, cada mañana me despierto para encontrar sus cadáveres sobre el escritorio y la mesa de luz. a veces los dejo ahí algunos días, como haciendo una especie de duelo, y otros días como hoy, los junto con un papel de diario, les dedico un segundo de silencio y los tiro a la basura. ¿qué más podría hacer por ellos?


y me dijiste... algo de la energía, transformá la mala en buena, me dijiste... sí. sí, señor.

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